«Soy un tío afortunado al que la vida deja elegir»

Roberto Enríquez (Foto La Espuma de los días – J.S.Gutiérrez)

Roberto Enríquez
(Foto La Espuma de los días – J.S.Gutiérrez)

Si es la mirada lo que distingue a un actor, él la tiene. La capacidad para ver, para escuchar el mundo que le rodea, hacerlo suyo y transmitirlo luego desde un escenario, desde una pantalla de cine o colándose en las casas de los espectadores a través de la televisión. Como un alquimista de las emociones, va acumulando vivencias y recuerdos en la mochila desde que hace un cuarto de siglo se subiera al escenario del María Guerrero.

Entonces, Roberto Enríquez prestó sus rasgos a Fortimbrás, príncipe de Noruega, en la versión de Hamlet dirigida por Jose Carlos Plaza en la que el protagonista fue interpretado por Jose Luis Gómez, primero, y por Jose Pedro Carrión, después. También ha cedido su capacidad de seducción a un Don Juan que lucha por su libertad, en la nada ortodoxa pero mucho más interesante versión de Palau i Fabre, o su visceralidad a un padre centrado en su trabajo que deja a su hijo sin estar muy seguro de con quién en Málaga. Hace diez años llegó a Madrid un director yugoslavo para llevarle hasta el Infierno de Dante. Aquel fue un montaje impactante, nuevo, difícil de olvidar para los actores, pero también para el público. Así que todos, intérprete, director y espectadores, nos quedamos con ganas de más.

Una década han tardado en volver a reunirse. A la llamada de Tomaz Pandur para que interpretara a su Fausto, no pudo más que entusiasmarse y reservar el tiempo necesario para entregarse en cuerpo y alma. Una función que sólo podía nacer de la unión de un alquimista y un mago, que con un poco de suerte se volverán a encontrar para disfrute de todos.

Dos días después de bajar por última vez el telón, con los restos del doctor alemán aún pegados a la piel, de los que a un intérprete obsesivo como él le costará deshacerse, posaba en un soleado Lavapiés protegido del frío de Madrid por un cuello de lana y una cazadora de cuero. De negro. “A veces me vuelvo un poco loco y me pongo algo gris”, bromeaba con una media sonrisa. “Me gusta mucho el barrio”, afirma cruzando por delante del teatro donde ha estado trabajando los dos últimos meses y lo cierto es que encaja en él. Enríquez es un gran conversador. Habla despacio, tranquilo, moviendo muy poco las manos, apenas para remover el café con el que se templa la garganta, y mirando directamente a los ojos de su interlocutor, cómplice. Se expresa de forma tan sencilla y clara como precisa, aunque en ocasiones su pasión por el teatro, por la interpretación, le hacen interrumpir y precipitarse. Reír.

Si se bucea en sus ojos, se atisba que ya lo echa de menos, pero pronto la sonrisa apunta,  cuando recuerda que anclarse en él, le privaría de disfrutar todas aquellas aventuras que aún quedan por conseguir. Los retos que le quedan por asumir. Le ha ganado la partida a Fausto,  lo ha hecho suyo y, ahora, sólo queda dejarle ir y decir: «que pase el siguiente«.

Pregunta: ¿Qué tal el final del viaje?

Roberto Enríquez (RE): Muy emocionante. La última función fue maravillosa. Estábamos todos ahí con los sentimientos a flor de piel. Era la última. Llevamos, yo qué sé, un mes y pico, casi dos, representando [Fausto] y luego casi otros dos meses de ensayos… Ha sido un tiempo largo e intenso. Fue una despedida muy emotiva.

P: Es tu segundo trabajo con Tomaz Pandur. ¿Has notado diferencias del primero al segundo?

RE: Muchas. De Infierno hace diez años. Lo he notado en un sitio artístico diferente, y también personal, igual que me pasa a mí. Lo que más me ha gustado ha sido como iba quitando cosas en el trabajo. En Infierno y en otros montajes que le he visto había algo más barroco, y aquí se ha quedado con la esencia.

P: ¿Sigue siendo un director que te deja jugar?

"Foto de familia" de Fausto, con Tomaz Pandur en el centro.

«Foto de familia» de Fausto, con Tomaz Pandur en el centro.

RE: La experiencia de ensayar y trabajar con Tomaz Pandur es alucinante porque es como una especie de mago. Primero por el ambiente que crea en la compañía. Te trata verdaderamente como si fueras de cristal, con mucho cariño, con mucho cuidado, mucho amor, y luego es apasionante, porque te da unos márgenes de libertad increíbles. Te invita a lanzarte al abismo, a lo desconocido, a estar en el vacío, a encontrarte con cosas que no habías ni sospechado. No hay nada más creativo que esa forma de trabajar. Comenzamos haciendo un trabajo más intelectual, más de mesa, pero a medida que esa primera etapa corta pasa, nos ponemos a jugar en un espacio bastante aproximado a lo que va a ser [el espacio escénico], con luces y música que generan un ambiente. Con un vestuario muy aproximado, porque el figurinista está trabajando desde el primer día de los ensayos, y no es lo mismo que estar trabajando con el chándal. Son detalles externos que te ayudan a meterte en el sitio.

P: ¿Te imaginabas cuando llegabas a Madrid desde Valladolid, con veinte añitos, que ibas a acabar así?

RE: Ni mucho menos. Había acabado en la Escuela de Arte Dramático, venía a continuar mis estudios en el Laboratorio de Layton porque Charo Amador, que era mi maestra en la Escuela, me habló de él. Vine a hacer las pruebas, me cogieron y nada, busqué piso de alquiler ese verano para luego empezar en septiembre, y cuando había encontrado piso y vuelto a Valladolid, me llama Charo Amador, que era precisamente la Ayudante de Dirección de Plaza, diciéndome que José Carlos está buscando un Fortinbrás, el Príncipe de Noruega, para hacer un Hamlet, un Hamlet mítico en el que estaban José Luis Gómez, Berta Riaza, Alberto Closas, Rafael Alonso… Hice las pruebas, me cogieron y ahí empezó el sueño.

P: Simultaneaste Laboratorio y…

RE: Sí, por las mañanas iba al Laboratorio, por la tarde a los ensayos y luego a las funciones, y con la gracia de que además muchos de los actores eran mis compañeros por la tarde y mis profesores por la mañana, la verdad es que fue una época maravillosa, muy intensa de trabajo pero yo me levantaba por la mañana como una moto, volvía a mi casa por la noche tardísimo y cada día era maravilloso.

P: Entonces eres de los que defienden que el actor tiene que formarse.

RE: Lo defiendo con mi camino. Yo estudié en la Escuela de Arte Dramático [de Valladolid], luego me metí tres años en Layton, estuve haciendo seminarios con diferentes maestros tres años, me matriculé en la escuela de Corazza donde estuve otros tres o cuatro años enganchando con otros dos años en que estuvimos haciendo Mucho ruido y pocas nueces… Con Agusto Fernández, que venía de Argentina, estuve haciendo como cuatro seminarios a lo largo de dos años… Nunca he parado de formarme. Me parece que te refresca, que te ensancha la camiseta. En un seminario, en un curso, lo que buscas es huir del resultado, investigar y alejarte. Para que salga algo bueno no tienes que ir por el resultado.

P: Jugar.

RE: Jugar siempre, pero quiero decir, cuando trabajas profesionalmente el resultado está ahí, tienes que dar un resultado y lo mejor posible y se supone que en el espacio de formación lo que estás haciendo es investigar y, aunque salgan cosas imperfectas, lo importante es descubrir la esencia que puede tener esa escena, un momento, una relación, qué significa ese texto… eso merece la pena. Te descargas de responsabilidad y puedes jugar más, como tú dices, a descubrir, a investigar, a profundizar… a arriesgar.

Roberto Enríquez en instantes previos al inicio de Fausto. Foto: Felype de Lima

Roberto Enríquez / Fausto, en instantes previos al inicio de la función.
Foto: Felype de Lima

P: Hablando de profundizar, ¿en qué piensa Fausto cuando está solo antes de comenzar?

RE: Pues mira, lo que piensa Fausto en ese momento es lo que yo le digo que piense y el pobre pensaba… Fausto ha llegado a un punto en su vida en que ya no hay retorno y entonces decide quemar su último cartucho, invocar a las fuerzas del mal después de haberlo probado todo y no obtener ninguna respuesta, para ver si finalmente ocurre algo que cambie las cosas o todo permanece igual. Es un tío muy descreído. En su fuero interno cree que ya no hay ninguna esperanza porque ha malgastado su vida intentando, a través de la erudición, encontrar el sentido de la vida y no ha encontrado nada. A través de la magia negra tampoco. Es su último cartucho. O pasa algo que cambie o su vida acabará en ese momento. Está abocado al suicidio. En eso es en lo que está pensando antes de empezar a expresar esa angustia. Hay una primera parte en el monólogo donde expresa todas sus carencias, su hartazgo, su frustración, todo su deseo y pasado ese momento pasa a la acción y empieza a invocar y a intentar que algo pase.

P: ¿Cuántas veces te leíste el monólogo antes de entenderlo?

RE: En un primer momento, cuando leí el texto, primero me asusté al ver la cantidad de texto que tenía. Después me asusté por ver la dificultad del texto que tenía, porque ya no es sólo la cantidad sino la dificultad formal a nivel poético y filosófico y la profundidad de cada frase, cada concepto. Muchas partes no las comprendí en un primer momento y hubo que desentrañarlas en los ensayos. Otras tampoco las comprendí ni cuando estrenamos. Y día a día, en las representaciones, hubo frases que estaban a oscuras y de repente se iluminaron. Finalmente llegué a la conclusión de que, es una obviedad lo que voy a decir porque no  sería un clásico ni estaría situado donde está, [Goethe] es un genio, un maestro. Primero por la capacidad que tiene de hablar por boca de cada personaje. Es capaz de ponerse en la piel de esos personajes, hablar desde su alma, desde su comprensión del mundo.

Enríquez en Fausto (Foto: revistadeteatro.es)

Enríquez en Fausto
(Foto: revistadeteatro.es)

Margarita es una chica de campo, tan sencilla, tan cándida, y habla desde ahí. Fausto que es el de las grandes ideas, las atracciones, las alegorías, y habla desde ahí. Mefistófeles que es el más socarrón y cabrón también habla desde ahí. Y luego por su capacidad, esta obra la escribió durante sesenta o setenta años, no lo sé exactamente, a medida que lo haces como intérprete, notas, día a día, cómo hay un conocimiento tan brutal y tan profundo del alma humana, las circunstancias por las que vamos atravesando a lo largo de nuestra vida… y él escribe con una sabiduría que, no sé, se ha convertido verdaderamente en mi credo.

P: Además transformado por la poesía de Pandur que le da una vuelta de tuerca sobre todo a los personajes de Margarita y Valentín.

RE: Efectivamente le da una vuelta de tuerca a esos personajes, porque la familia Mefistófeles son los que se encargan de representar estos roles, pero le da una vuelta a todo lo que tiene que entidad Mefistófeles, que aquí está representada por una familia pero que luego, en la segunda parte, también representan la inquietud, la escasez, la pobreza.

P: ¿A vosotros os explica las imágenes? Porque Pandur nunca explica lo que pone en escena.

RE: No, no, no. No, no lo explica. Además creo que es muy interesante y es parte de la magia de su trabajo. Llegas al ensayo. Hay un ambiente generado con luces que ya te están generando una atmósfera, con una música, a veces la música de la función y a veces otra. Luego nos da unas premisas y a partir de ahí hacemos una improvisación. Esas premisas son unas claves pero son interpretables, se puede ir por un lado o por otro. Entonces, a partir de lo que tú haces él construye y si algún actor tiene la tentación de preguntar, no termina de abrir el significado. Trabaja mucho desde el inconsciente, desde algo que en un momento dado no eres consciente y aparece y te sorprende. Yo creo que los símbolos están ahí para no hablar de ellos porque un símbolo tiene algo abierto y cada espectador, cada persona es soberana para interpretarlo de una manera diferente. Si tú explicas el significado va a haber posibilidades que se van a restar o no vas a ser tan libre a la hora de interpretarlo.

P: ¿No te apetece interpretar a un personaje que sea más dulce, tierno, que no sufras?

RE: A mí lo que me apetece es hacer personajes que, independientemente de que estén en el lado más luminoso o en el lado más oscuro, más torturados o más ligeros, sean interesantes. Normalmente los personajes complejos suelen estar torturados. Representar un personaje que está enamorado suele ser mucho menos interesante. Porque cuando te enamoras estás en un estado maravilloso, pero te vuelves un poco tonto, no ves nada, todo te parece color de rosa, y siempre es más interesante ver a alguien a quien le está pasando la vida por encima como un tren y que a pesar de todo intenta sobrevivir a esas circunstancias, intenta buscar una rendija de esperanza. Me parece siempre mucho más interesante, mucho más rico cuando la vida te aplasta que cuando la vida te da besos.

Roberto Enríquez  (Foto La Espuma de los días – J.S.Gutiérrez)

Roberto Enríquez
(Foto La Espuma de los días – J.S.Gutiérrez)

P: ¿Y ahora como cabeza de familia tienes libertad para elegir o te sientes más presionado?

RE: Pues… [se para un segundo mirando el café y sonríe afirmando] me siento más presionado, sí. Dos bocas que alimentar y monoparental, pues la ecuación no es fácil a nivel económico, y bueno, hay veces que igual antes… [de nuevo interrumpe la frase a medias] Bueno, me considero un tío afortunado al que la vida deja elegir. Alguna vez he elegido algo que me gustaba menos, por una cuestión económica, pero siempre son cosas que, por algo, me seducen. Nunca, por lo menos últimamente, aunque no sé cuánto abarca últimamente, en estos últimos años, por algo, siempre me ha interesado lo que estaba haciendo. Luego me he podido equivocar. A posteriori dices, pues esto no debería haberlo elegido porque no era lo que esperaba, pero bueno, es la vida misma.

P: ¿Y Qué le falta a la televisión en España para tener la calidad de las de fuera?

RE: Bajo mi modesto punto de vista le faltan dos cosas. Riesgo, por parte de las cadenas y los productores ejecutivos a la hora de elegir o de crear un proyecto. Yo creo que las series norteamericanas que se están haciendo ahora, ya sea por la forma de contarlas, por el fondo o por las dos cosas, son muchos más modernas incluso que el cine que se está haciendo y no me extraña que estén teniendo ese exitazo. Y luego, fundamentalmente, falta de dinero. En España hay mucho talento por parte de directores, guionistas, actores, gente de producción, de profesionales del medio, o sea, figurinistas, escenógrafos, cámaras… mucha gente con mucho talento. Y yo creo que lo que falta, porque eso se ve cuando vienen a trabajar producciones de fuera que flipan con el nivel profesional de la gente que hay aquí, o muchísimos profesionales artísticos que estamos exportando a fuera. Las series estas de que estamos hablando cuentan con un dineral para hacer un capítulo, cosa que aquí no ocurre.

P: ¿Crees que con la nueva “ley mordaza” van a desaparecer obras como 19:30 que, sin mencionar partidos, plantean un problema…?

RE: A mí me parece que el teatro, el cine, todo tipo de arte que hable sobre ficciones, sobre historias que haya que contarle a los demás, tienen que ser necesariamente… bueno, no necesariamente, hay muchos objetivos a la hora de contar una historia, puede ser una historia que simplemente te entretenga, pero incluso las buenas comedias o buenas historias de entretenimiento te cuentan algo más, para mí ahí está la clave y tiene que remover. El arte tiene que ser crítico y ser espejo de su época. Si hay una ley mordaza, si hay filtros o censuras del tipo que sean, pues entonces ya mal vamos, porque hay algo de la propia esencia que no se va a cumplir. No sólo en nuestro trabajo, sino en la vida en general. Ahora, cuando ha pasado esto de París, esta tragedia de Charlie Hebdo, se empieza a hablar de la ley Schengen, para que no haya libre circulación entre los europeos… Frente a la seguridad siempre aparece la palabra libertad, me parece que es una coartada a veces para el poder que haya peligro para recortar libertades. Eso, para la vida en general me parece nefasto, y para el arte en particular. No creo que eso sea nunca necesario, al contrario, hay que educar y no legislar tanto, educar.

P: Ese puede ser el problema quizás, que no estemos educados para ser libres.

Roberto Enríquez (Foto La Espuma de los días – J.S. Gutiérrez)

Roberto Enríquez
(Foto La Espuma de los días – J.S. Gutiérrez)

RE: Yo creo que sí, que es una asignatura muy pendiente, pero mucho. Se pone el acento en muchísimas cosas pero no en educarnos en la libertad, con respeto. Cuanto más conocimiento tengas más libre eres para decidir… eso ha sido algo que al poder nunca le ha interesado demasiado, que la gente estuviera instruida y fuera libre, es más difícil de manipular.

P: ¿Ahora como padre cómo te lo planteas, porque también tiene que cambiar?

RE: Me lo planteo de la manera más modesta posible, intentando educar a mis hijos con la mayor libertad moral y de pensamiento de la que soy capaz. No estoy libre de ser prisionero de mis propias creencias, mis propias vivencias ni mis propias limitaciones, pero desde ahí intento educarlos con la mayor libertad.

P: ¿Puede ser esa la conclusión a la que llega Fausto, que la libertad de elegir es la que le lleva a “oh instante eres tan bello”?

RE: Lo que le pasa a Fausto al final, es que después de haber estado trabajando, buscando sus objetivos de forma muy onanista, todo era yo me enamoro de Margarita, yo estoy con el emperador y soy un hombre poderoso, siempre algo con él mismo, descubre al final de su vida que lo que le da la satisfacción es hacer algo por el bien de los demás. Por eso, cuando decide robarle tierra al mar mediante diques y hacer una tierra donde uno millones de individuos puedan vivir libres, aunque con peligros, ahí descubre que eso es lo que da verdaderamente satisfacción a su vida.

P: La libertad de los demás.

RE: Sí, o el poder hacer algo para que los demás sean libres y puedan vivir en una tierra libre, no exenta de peligro, ni de trabajos. Eso que dice “La conclusión suprema de la sabiduría es esta, sólo merece la libertad, lo mismo que la vida, el que tiene que conquistarla día a día”, y luego “y de esta suerte, rodeados de peligros, aquí pasan sus esforzados años hombres, niños, ancianos…” No está buscando un paraíso Walt Disney donde la gente sea libre, no tenga ninguna obligación, ningún peligro, ninguna contrapartida, no. Van a estar en una tierra que va a estar amenazada por muchas cosas, incluso por la propia naturaleza porque lo que han hecho es echarle un pulso, pero conseguir, aunque sea vivir en el filo de la navaja por un espacio de libertad, es lo que a él le da la satisfacción y finalmente muere.

P: Descubre que cuando te lo dan todo, nada merece la pena porque ya sabes que te van a decir que sí

RE: Efectivamente, hay que ganárselo, como él dice, día a día. Ahí están la vida y la libertad.

P: ¿Sigue siendo Hamlet el personaje que te queda, o ya con Fausto te quedas tranquilo?

RE: Pues mira, la verdad es que sí, con Fausto me he quedado bastante tranquilo. No me importaría, me encantaría hacer Hamlet, porque es un personaje tan maravilloso… Es como Fausto, otro de estos metapersonajes. Está tan bien escrito, habla con tanto conocimiento del ser humano, con tanta sabiduría. Sus propias circunstancias vitales le colocan en un sitio de una mente tan preclara, tan humana que lo hacen grande. Es maravilloso, creo que lo tiene todo. Para mí, de los dramas de Shakespeare, es de los más redondos, casi, casi, perfecto.

P: ¿Eres un actor que trabaja todo el tiempo, que va pillando cosas cuando pasea por la calle?

RE: Sí, claro, por encima de todo soy actor, incluso cuando vivo las situaciones personales más controvertidas o más etcétera, siempre hay un punto de vista en que como actor estás viendo, fíjate esta situación cómo es, aunque sea, yo qué sé, la cosa más tremenda.

P: Esto me va a servir cuando…

RE: Claro, claro. O para observar una situación que realmente… la vida es muy sutil alejada de los tópicos y te sorprende, entonces yo tengo eso… no lo puedo evitar, lo veo así. Veo un suceso, me ocurre a mí, y siempre tienes un punto de vista de cómo tú has reaccionado, cómo te comportaste, cómo era esa situación, lo que estaba pasando, es como una especie de músculo que entrenas, estar siempre observando más allá, la calle, escuchas a la gente, tenemos que ser como una especie de entomólogos de la vida, de ti mismo.

Roberto Enríquez  (Foto La Espuma de los días – J.S.Gutiérrez)

Roberto Enríquez
(Foto La Espuma de los días – J.S.Gutiérrez)

P: ¿Y qué más puedes pedir al futuro?

RE: Pues mira, no sé qué pedirle. Que me traiga lo que quiera. No quiero pedirle nada, me conformo con lo que me va dando. Que me siga dando proyectos de los que pueda enamorarme y venderlos con pasión y con creencia, nada más.

P: Y otros 25 años sobre las tablas.

RE: Bueno, estaría bien otros 25 años o hasta que el cuerpo aguante y la mente aguante.

P: Tu planteamiento es seguir trabajando hasta que el cuerpo aguante.

RE: Por supuesto. Había un compañero, ahora en la compañía, que estaba ensayando un montaje por la mañana, trabajando en nuestra función por la tarde, y decía otro: ‘pobre, porque está…’ y pienso ¿Pobre? pobreza es estar en tu casa comiéndote los mocos. La fortuna es trabajar. Para un actor, estar encima de un escenario. Esa es la maravilla de nuestro trabajo, que cada momento tiene su afán y te da la posibilidad de estar ahí, siempre encima, con tus vivencias, con tu experiencia, con tu todo, con la edad que tengas, y eso es impagable.