El tango de la guardia vieja
Resulta que llegaron mis manos dos libros de Pérez Reverte, El tango de la guardia vieja y El francotirador paciente, y alguien que me conoce y sabe que soy más de acción que de romanticismo, de cuyo criterio para estas cosas me fio me aconsejó “léete primero El francotirador, te va a gustar más, aunque El tango es mejor”. Así lo hice, y vaya si me gustó, pero esto será cuestión de otro momento si perduro en esto. El caso es que otra persona también cercana y que junto con la anterior constituyen mi triángulo vital, a medida que yo iba leyendo y comentando mi satisfacción no paraba de decir: “sí, es muy bueno, pero El tango….”; “yo de ti lo intentaría con El tango”… Tanto es así que sin solución de continuidad agarré el tango por las solapas y me puse a ello.
Acostumbrado al Reverte de los artículos, de Cabo Trafalgar, Patente de Corso, No me cogeréis vivo, El pintor de batallas, etc…, me sorprendió enormemente encontrarme con algo distinto apenas leídas unas páginas. Sí, es Reverte, pero…. otro Reverte. Comentándolo con mi amiga, la primera, me dio la clave: “densidad narrativa”.
Es cierto. Probablemente por su profesión de periodista y máxime como reportero de guerra, he encontrado siempre a Reverte más preocupado por la precisión y concisión en la palabra que en la narración. Sus novelas, algunas más que otras, vienen a ser como una crónica de guerra en la que sin saber cuándo se perderá la conexión con el satélite, lo importante es contar lo que sucede con la máxima precisión y honestidad más allá del estilo o la narrativa. Es ese lenguaje directo, ácido, sin complejos, incluso irreverente, el que siempre me sedujo de Reverte. El tango es distinto. Es una novela para disfrutar el placer de la lectura en sí mismo. De esas en las que llegas a notar cómo se desparraman las palabras y te arropan acariciando la piel. Salvando las distancias, diría que esta novela, a mis cincuenta y seis años, ha venido a ser lo que La Isla del Tesoro a los siete. Me ha despertado las mismas sensaciones. He vuelto a verme en la galería de la casa de mis abuelos en Cádiz, despatarrado por el suelo con el libro comprado en un mercadillo de segunda mano y gozando, simplemente, de la lectura.
La descripción de lugares y ambientes; los olores; los personajes; es un alarde de literatura. El viaje en el Cap Polonio; La Ferroviaria en Buenos Aires; Niza; Sorrento… nunca he estado allí, pero vaya si los conozco. Sé a qué huele el callejón junto al muelle frente a La Ferroviaria. Los he visto bailar en el salón cerrado de las palmeras. Me ha llegado el aroma de las pizzas en la plaza de Niza. Me he mojado los pies con la arena húmeda de las calas de Sorrento. He sentido el traqueteo del coche cama del Wagon Lits.
Incluso he llegado a mover los pies al compás del tango, yo que en mi vida he bailado. Porque, será sugestión, no lo dudo, la novela tiene ritmo de tango. He llegado a la conclusión de que es un tango en sí misma. Suelo oír música mientras leo. Clásica y, sobre todo, Jazz. Pero en esta ocasión, de nuevo mi buena amiga me recomendó que oyera tangos. Seleccioné varios de Piazzolla, sólo la versión musical: Libertango, Adiós Nonino, Balada para un loco, Revirado, Verano porteño…, y descubrí que la novela fluye a ritmo de tango: cuatro por cuato y forma, en este caso ternaria, con su estribillo y tres temas. Tiene todos los elementos esenciales al tango: arrabal, deseo, sensualidad, tristeza, desengaño, el transcurrir del tiempo… Contiene el continuo entretejer de ritmos lentos y ritmos rápidos; de movimientos lentos y fluídos y de vueltas cerradas; de movimientos de expansión y movimientos de contracción propios del tango. El tango de la guardia vieja no es una novela, o además de serlo, es un tango novelado.
La obra, evidentemente, contiene otros muchos elementos: El período de entre guerras en que se desarrolla, sus dosis de intriga, algo de novela negra, escenografía, ambientación, una construcción perfecta de los personajes,… que, no cabe duda, han exigido una dura, exigente y minuciosa labor de autor que es justo reconocer. Pero se me apetecía más expresar mis sensaciones más allá hablar sobre la historia de amor, dividida en tres partes, entre sus dos protagonistas: Max Costa y Mecha Inzunza, que es El tango de la guardia vieja.
Lo que espero es que esto no sea una evolución en la trayectoria de Pérez Reverte, sino una ampliación, una más de sus múltiples facetas, y nos siga deleitando de vez en cuando con su estilo directo, rápido y mordaz.
El Tango de la guardia vieja
Ed. Alfaguara
Colección: Hispánica
Páginas: 504
Publicación: 21/11/2012
ISBN: 9788420413099 EAN: 9788420413099