Un libro no apto para políticos

Risto Mejide
(Foto tomada del Blog de Risto Mejide)
Hace años, en una entrevista de trabajo, mi entrevistador me preguntó: «¿Has vendido algo alguna vez?». La respuesta me salió automática, de hecho sólo la pensé después de soltarla: «¿Además de a mí misma?». Vender no en el sentido peyorativo de cambiar de ideas, de chaqueta o de posición ante una decisión, sino venderse en el sentido más comercial del término. Y cuando me paré a pensarlo acabé concluyendo conmigo que era cierto.
Por supuesto en el plano laboral es evidente. Tenemos que posicionarnos en uno de los mercados más crueles y competitivos que existen y destacar sobre el resto de ofertas para que compren nuestro trabajo y no el de otro. Pero no sólo ahí. En el fondo qué tenemos hoy en día más valioso que nuestro tiempo. Y para decidir como gastarlo y, sobre todo también, valoramos las ofertas y finalmente compramos una. O varias. Y si somos el producto obviamente queremos que nuestro público objetivo nos compre.
Y nada mejor para aprender a ofrecerse en un mercado tan despiadado que la ayuda de un publicista y también de alguien que ha sabido crearse una marca propia y perfectamente reconocible. Vieras o no ciertos programas de televisión, todo el mundo sabía quién es Risto Mejide. Luego descubrías las campañas que había desarrollado. Después llegaron las novelas. Pero la marca ya estaba ahí, diferenciada del resto.
Mejide, de cerca, sorprende. Supongo que como casi todo la primera vez. Y si no, malo. Creo que podría estar de acuerdo conmigo en que no hay nada peor que la indiferencia… Que aparecer y marcharte sin que nadie se haya visto afectado por ello. Sin ser capaz de provocar algo en los demás. Según el publicista eso es nuestra marca personal. Lo que otros sienten al pronunciarse nuestro nombre cuando no estamos presentes.
En esta especie de autobiografía que, según Millás, es Urbrands, Risto habla de la vocación y del talento: «Tu audiencia te tiene que indicar cual es tu talento. Muchas veces nos dedicamos a lo que nos gusta pero no a aquello para lo que tenemos talento». Lo difícil, supongo, es aceptarlo y ser capaz de ser feliz con ello.
También habla sobre el poder: «Eres tan poderoso como las audiencias que seas capaz de convertir construir». La influencia, el poder hacer cambiar a los demás de opinión, es, según él, el mayor privilegio de una marca. Y el prestigio es muy fácil de perder. Muchas veces basta con una sola decisión equivocada para perderlo. Por eso, supongo, afirmó que Urbrands no es un libro apto para políticos. Bromeando, con su característica ironía, afirmó que no soportaría la responsabilidad de que aprendieran algo y empezaran a mejorar su capacidad para venderse.
Por eso, este es un libro esencialmente útil, sobre todo si uno lo aborda desde una mentalidad abierta y está dispuesto a abrirse y analizarse. Ver dónde está su gestión de residuos y cómo los maneja y su Guggenheim y cómo darle más brillo. Si uno está dispuesto a reconocer sus puntos fuertes y sus flaquezas y, a partir de ahí, trabajarlas.
Pero, si no, es esencialmente un libro entretenido y que se disfruta desde la primera línea hasta la última. Porque si hay una cosa que Risto Mejide sabe hacer es, sin duda, contar historias.