Ladrad mientras dure la noche
No parecen dos solistas. Mucho menos dos medios conjuntos ensamblados hace unos meses para una aventura y mucha carretera. Son una banda, de las de verdad. De las de siempre. Soltad a los perros es algo más que un concierto de Quique González y Lapido. Algo que sólo pueden entender aquellos que han escuchado sus ladridos, como los de la pasada noche de sábado en La Riviera. Es casi imposible traducir en palabras las vibrantes notas de las guitarras de estos dos músicos que se entregaron a un público que, como ellos, tampoco mostraba diferencias entre uno y otro.
En los últimos tiempos, supongo que por la crisis, han proliferado los conciertos compartidos en los que dos o tres grupos comparten costes y reducen repertorio. Algo así esperaba, inocente de mí, por mucho que ellos hubieran afirmado que lo suyo era otra cosa. Y vaya si lo es. Compartieron acordes y canciones, cantando juntos con escasas excepciones como Backliners o En el ángulo muerto , desde Ladridos del perro mágico , de Lapido con la que abrieron, hasta Dónde está el dinero el vibrante tema de Delantera mítica , último disco de González, con la que, emocionados, se despedían entre ovaciones.
Por carácter y actitud, González actuó de enérgico frontman de esta banda que debería continuar girando mucho más allá de los 16 conciertos proyectados. A su lado, Lapido era el sheriff controlador que arrancaba de su Gibson toda la furia que el show requería. Su mítica Gibson. Hierático éste, frenético el madrileño, el repertorio que han escogido está tan bien ensamblado que alguien que no los conociera sería incapaz de adivinar que son composiciones de dos músicos independientes. Sin embargo, todo está hecho a medias, desde el tracklist al equipo técnico pasando, por supuesto, por los músicos que les acompañan en esta aventura.
Un repertorio equilibrado en su procedencia, en sus subidas y sus bajadas, en la electricidad y en la emoción, en el que hubo tiempo hasta para recuperar a los 091, la banda de Lapido, con sus Nubes en forma de pistola . Tampoco faltaron Dallas – Memphis, Hotel Los Ángeles o Reloj de arena. Sin duda los años de experiencia que ambos acumulan a sus espaldas les han servido para llegar hasta esta noche mágica, según agradecía al público un emocionando González. Les ha ayudado, decía, a crear este espectáculo compacto en el que se alternan el uno en las canciones del otro, en los coros e incluso en los micros, saltando sin parar y encendiendo la Riviera madrileña con sus ladridos.
No sé cuál fue aquel bar en el que una vez decidieron tocar juntos. Pero espero que vuelvan a él muchas noches más y que podamos volver a disfrutarles transmitiendo emociones y momentos únicos como los de anoche.