Je ne suis pas Charlie, ya me gustaría
Es inevitable. Después de un suceso lamentable como el ocurrido en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, en París, todos acudimos raudos a por medallas. Todos nos apresuramos a unirnos a la marea de solidaridad, en comunión con lo acontecido. Pero tras de la tragedia habría que pararse a pensar antes de proclamar: Je suis Charlie.
Yo no lo soy, ya me gustaría. Querría decir que soy capaz de no agachar la cabeza cuando un anónimo llegara a mi mesa, amenazándome de muerte. Me gustaría pensar que si mi redactor me afirmara que los responsables de un atentado no son los que me dice el presidente de un gobierno cualquiera le escucharía antes de seguir la corriente mayoritaria. Que no dudaría a la hora de publicar una portada satírica ante una boda real, una abdicación o una condena judicial.
Todo eso pensaría antes de afirmar: Je suis Charlie.

Bernhard Wilem Holtrop, co-fundador de Charlie Hebdo en 1968, entonces bajo el nombre de HaraKiri
«Los nuevos amigos de Charlie Hebdo nos hacen vomitar» afirmaba el pasado día 10 Bernard Willem Holtrop, caricaturista holandés y co-fundador de Charlie Hebdo, en unas declaraciones al periódico holandés De Volkskarnt, rechazando las muestras de adhesión y manifestaciones de líderes mundiales tras el atentado al semanario satírico francés. «Los nuevos amigos de Charlie, el Papa, la Reina, Putin… me hacen reír», apostilló.
A mí me hacen llorar. De rabia, de impotencia, de vergüenza. Me avergüenza ver a Rajoy encabezando la manifestación, engrosando la pléyade de dignatarios muchos de ellos coartadores de la libertad de expresión en sus respectivos países, con la «ley mordaza» bajo el brazo y el triste logro en su currículum de ser el único ministro de este país que ha firmado el cierre dos periódicos, Egunkaria y Egin, siendo ministro en el Gobierno de Aznar. O al ver a todos y cada uno de los medios, escritos, hablados, visuales y digitales, llenar portadas y abrir ediciones con el somos Charlie, mientras ceden a los chantajes y presiones de anunciantes, partidos e instituciones.

A la izquierda, portada de El Jueves del 14 de enero. Nous sommes Charlie, figura en su ángulo inferior derecho. Si realmente fuese así, el 4 de junio hubiese salido a la luz la portada de la derecha, censurada por RBA por no faltar al respeto a la Casa Real. No. Tampoco son Charlie.
Bien están las condolencias, el acompañamiento, las condenas, la solidaridad… pero aprovechar un suceso tan desolador para identificarse con las víctimas y copar el protagonismo es repugnante.
Es repugnante la hipocresía de los medios españoles transfigurados en víctimas, clamando por la libertad de expresión, cuando tanto empeño han puesto hasta conseguir la desaparición de Google News en pro de la tan cacareada libertad. Cuando han acallado los desmanes de la Monarquía en virtud de un nauseabundo, presunto, pacto de silencio. Cuando han llenado páginas ensalzado la figura de potentados como Emilio Botín o Isidoro Álvarez con panegíricos que les acercan a la beatificación, a cambio, presuntamente, de inversiones y publicidad.

Un «Charlie» español ilustraría esta portada con banqueros, políticos, multinacionales, cardenales, reyes, etc. etc. etc. pero puede más un plato de lentejas.
No es menos indecente la impudicia de políticos de todo signo y color rebuscando a toda prisa en archivos y hemerotecas imágenes de barbudos enturbantados citando, aunque sea de pasada, a España y a ser posible en árabe, para ganar el dudoso privilegio de pertenecer al club de países amenazados por la yihad, sea lo que sea que la palabrita signifique, conseguir un lugar aventajado en la foto y la excusa perfecta que justifique la limitación de libertades en aras de una discutible seguridad. Ocurrió el 11-S con la Patriot Act en EE.UU, la LSQ (Loi de Sécurité Quotidienne) en Francia, o con la Anti Terrorism Crime and Security Act en Gran Bretaña y otras leyes similares aprobadas en los años siguientes en Alemania, Italia, España… sin olvidarnos de las restrictivas normativas de la UE contenidas en el conocido como “paquete Telecom”. Leyes que colectivos como Reporteros sin Fronteras (que bien pudieran ser Charlies) han calificado siempre de “liberticidas” por la utilización que hacen de ellas los respectivos gobiernos.
Es cierto que el integrismo islámico puede suponer un peligro para este occidente, presuntamente, civilizado, desarrollado, y democrático que, no lo olvidemos, armó y entrenó a esos integristas que ahora nos amenazan. Pero puestos a preocuparme, más me inquieta el integrismo episcopal. Me angustia que alguien en algún lugar se tome la molestia de filtrar y leer mis correos electrónicos. Me turba pensar que cámaras y satélites siguen mis pasos. Me indigna saber que no puedo manifestarme para exigir que el gobierno que mantengo respete mis derechos. Puestos a preocuparme, me preocupa más un poder financiero capaz de orquestar una, presunta, crisis económica con la connivencia de los gobiernos para imponer un régimen de servidumbre.

En esta viñeta de Jean Bourguignon (JBGG) vemos a uno de los dibujantes de Hebdo asesinado preguntars: «¿Masas?¿Marsellesa?¿Por nosotros?», a lo que, pesaroso, responde el compañero «Es duro ser amado por los contrarios».
Decir «también soy Charlie», no es decir «Lamento mucho su pérdida. Le acompaño en el sentimiento» a familiares, amigos y compañeros. Decir soy Charlie, es decir tengo mis principios, mis ideales y estoy dispuesto a defenderlos, incluso con la vida. No hay en este país Medio o institución, pública o privada, que esté en condiciones de afirmar tal cosa.
Yo no lo soy. No soy Charlie. Cuando menos albergo serias dudas al respecto y, sinceramente, no me gustaría verme en la situación de tener que disiparlas.