Por encima de si mismo

MOMA Nueva York

Museo de Arte Moderno (MOMA) en Nueva York

Recuerdo que cuando lo conocí yo tenía 8 años. Recuerdo mi enfado, las pocas ganas que tenía de estar allí, después de todo llevábamos toda la mañana viendo cuadros y seguro que había cosas más interesante que hacer en Madrid para una niña de provincias como, por ejemplo, ir al parque de atracciones. Entré en aquella larga sala con los ojos tapados y sólo me dejaron abrirlos cuando estábamos frente a frente.

Entonces se hizo el silencio. No sé cuánto tiempo estuve parada delante, pero sí que la sensación fue la misma que tuve al oír el Réquiem de Mozart poco antes: esto es algo importante. Me quedé paralizada. Era enorme (3.50 x 7.80 metros). Intentaba abarcarlo entero con la mirada, interpretar las figuras geométricas que formaban otras mayores. No sé si llegué a identificar siquiera el toro o el caballo.

Era «el último exiliado» según los titulares de prensa de 1981, aunque nunca había estado aquí. En septiembre de ese año yo comenzaba a dar mis primeros pasos y pronunciar mis primeras palabras. No sabía nada de funcionarios y conservadores que descuelgan y envuelven cuadros durante siete horas acabando en mitad de la noche. Fue en el MoMA de Nueva York como parte de la Operación ‘cuadro grande’.

Como tampoco sabía nada de un pintor malagueño afincado en París, que en 1937, por encargo del Gobierno de la Segunda República, consiguió plasmar el dolor en un cuadro que se convertiría en un símbolo de los desastres de la guerra, de cualquier guerra, con el paso de los años. Porque en ese cuadro no hay ni buenos ni malos. Vencedores o vencidos. Hay sufrimiento, muerte y sangre, aunque no haya una sola gota de rojo.

En 1989, cuando me llevaron ante él, estaba aún en el Cason del Buen Retiro, rodeado sólo de los bocetos previos a su nacimiento. Fue elegido para albergarlo como extensión del Museo del Prado, donde el pintor había querido siempre que se instalara. Fueron sus herederos los que en su memoria lo autorizaron. El malagueño se negó al primer intento de traslado cuando lo propuso el Régimen del general Franco a través de Carrero Blanco en 1968, con una España muy alejada del mayo francés. Desde1992 para visitarlo hay que dirigirse al Museo Reina Sofía (de forma gratuita entre las 18.00 y las 20.00 horas). Y a mí, que confieso que no acabo de entender el arte contemporáneo, me siguen estremeciendo sus blancos y negros.

Una nube de humo surge en Rafah, al sur de la Franja de Gaza, tras el ataque aéreo de Israel el martes 19 martes (UPI/Ismael Mohamad)

Una nube de humo surge en Rafah, al sur de la Franja de Gaza, tras el ataque aéreo de Israel el martes 19 martes (UPI/Ismael Mohamad)

He vuelto a verlo. Cuando lo hago suelo quedarme alejada para observar también a la gente que acude a la sala. He visto el asombro de quien lo ve por primera vez buscando los detalles que encontró en fotos o reproducciones; estudiosos disertando sobre él, diseccionando y desmenuzando todos los significados que se le han atribuido; niños y jóvenes que van con los colegios en un esfuerzo de sus profesores porque tengan más cerca la Historia…

Pero sobre todo he visto emoción. Hombres y mujeres de cualquier nacionalidad, de todas las edades, pararse ante el en completo silencio. Lágrimas mudas que comparten con quienes las derramaron antes y quienes las derramarán después, lamentándose por una herida que no termina de cerrar. Las del alma son las más difíciles.

Después, con los años, me interesé por conocerlo más. A él y su historia. Leyendo análisis y estudios sobre autor y pintura, qué quiso decir, qué significa cada figura. Pero me he dado cuenta que eso, en este caso, no es lo más importante. Ese lienzo está por encima de ese pueblo vasco que le da nombre, de ese bombardeo, el primero en nuestro país, e, incluso, de esa guerra fraticida que llevábamos en la sangre desde antes de los Reyes Católicos. Es el grito de la voz callada de los que ya no pueden hablar.

Eso es para mi el Guernica de Picasso.

guernica