Nos queda la palabra
Víctor Manuel celebra sus cincuenta años en el mundo de la música con dos conciertos que dará en Oviedo, con motivo de las fiestas de San Mateo, hoy 13 y mañana 14 de septiembre, en el Recinto Festivo de La Ería.
En este concierto estará arropado por grandes figuras del panorama musical como Serrat, Rosendo, Pablo Milanés, Sole Jiménez, Pedro Guerra, y más que, aún a estas horas, están confirmando su asistencia.
Andaba por los doce años cuando oí por primera vez a Víctor Manuel. No le presté mucha atención hasta que en la adolescencia, con la revolución hormonal y las ganas de cambiar el mundo, empezó a formar parte de la banda sonora de mi vida. Aunque no llegó a ser nunca de mis preferidos, fue uno de esos arquetipos que nos forjamos en la juventud que, si no nos marcan el camino, al menos nos acompañan en su discurrir.
Ahora, con los años, asumo que es absurdo identificar continente con contenido y que no tiene por qué tener nada que ver el que vende con lo que vende. Pero qué quieres que te diga, con dieciocho años, en un barrio obrero y comenzando a dar los primeros pasos en la fábrica, a uno le da por idealizar todo lo que le toca la fibra, y más a mí, impulsivo y visceral hasta lo indecible. Así, como otros muchos, atendía a lo que me contaban haciendo de sus versos consignas y de sus canciones bandera. Con todo el respeto que me merece que es mucho, como me lo merece cualquier creador, he de decir que nunca llegó a gustarme cantando. Hay otros que tampoco considero buenos cantantes, no sé, Paco Ibáñez, Labordeta,… Pero Víctor Manuel no me da ese pellizco en las tripas. Sus letras sí, pero las prefiero escritas, o versionadas, y no por Ana Belén, por cierto. Lo mismo me pasa con Sabina.
Admito que cada cual puede hacer de, con, su vida lo que quiera, faltaría más, y que con la edad uno va atemperando sus ímpetus de juventud, pero de quienes en tiempos difíciles enarbolaron banderas de libertad uno espera algo más. Yo lo espero y en Víctor no lo encuentro. Pienso que podemos perder vitalidad, energía, incluso ganas de vivir, pero no pueden, o no deben, perderse los ideales, y en materia de ideales forma y fondo sí que van de la mano.
En cualquier caso, excuso decir que de encontrarme más cerca no me perdería por nada del mundo este concierto. Por el plantel de figuras que lo acompañarán. Figuras de primera línea y algún que otro advenedizo arrimándose al sol que más calienta «pa aprovechá la collá» que decimos los sureños.
Voy a sentir enormemente perderme el Abuelo Víctor en la voz de Serrat; a Miguel Poveda entonando Asturias; Sólo pienso en ti por Miguel Ríos; a Pedro Guerra interpretando Canción pequeña, a Pablo Milanés versionando Tu boca una nube blanca o A dónde irán los besos a cargo de Aute. En realidad voy a lamentar perdérmelos en directo puesto que ya se anuncia que el disco estará disponible para regalar en navidades y así comenzar el año haciendo caja.
Lamentablemente, o no, caerán los mitos, pero como dijo Blas de Otero, (…) si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra (…)