Ajedrez de espejos

Uno puede tener el concepto equivocado de que en el circuito off, que por fin prolifera en Madrid, presenta un trabajo menos profesional. Concepto erróneo,  sin duda. Es un espacio en el que poder desarrollar un teatro vivo, necesario para crecer y para crear.

DSC01804Compañías nuevas como Venezia Teatro que presenta ahora en Nave 73 su Isla de los esclavos de Marivaux. Un texto difícil,  a veces demasiado denso, que se queda atascado en algunos momentos y en otros se precipita casi sin dar tiempo para asimilarlo. La propuesta aprovecha al máximo aquel principio que dice que menos es más. Así Sara Roma con una plataforma circular y cuatro sillas es capaz de trasladarnos a una isla del Egeo. Y con los blancos y los negros el mundo contrapuesto en el que viven los señores y los esclavos. No los buenos y los malos porque, por fortuna, el texto no es tan maniqueo. También en el vestuario es funcional,  sin ampulosas togas ni elementos artificiales. Sólo me desconcertaron tres focos intermitentes que muchas veces, por lo pequeño del espacio,  llamaban demasiado la atención del espectador. Y es que es todo un arte saber sacar todo el provecho de lo que se tiene y no tratar de aparentar más de lo que se puede.

DSC01815En esta isla del Egeo los esclavos son libres de la tiranía y los señores se ven sometidos y enfrentados a la visión que de ellos tienen sus sirvientes.  Borja Luna se carga la obra sobre sus hombros. Es un actor expresivo y enérgico, con un cuerpo que pone al servicio del personaje, que saca el máximo partido a una sala pequeña como esta metiéndose en el bolsillo al espectador y ganándose su complicidad.  Desde el primer momento su Arlequín es uno de esos personajes a los que te apetecería seguir viendo y escuchando,  que hace reír y que emociona. Su señor,  Ifícrates, está inrepretado por Antonio Lafuente,  que va de menos a más ya que al principio parece precipitarse sobre el texto (hablar tan rápido y que se entienda lo que se dice es muy complicado)  pero que tiene una voz que encaja a la perfección con su personaje,  si bien físicamente es un tanto hermético.

La otra esclava es Cleantis,  interpretada por Ana Mayo, que resulta un tanto irritante o artificial, probablemente por la forma en la que ataca vocalmente el papel. En las ocasiones en las que saca su verdadera voz resulta conmovedora,  pero hay algo que le resta fuerza, sobre todo al final, aprovechando mal el espacio y yéndose demasiado lejos para lanzar un monólogo que llega debilitado al espectador al parecer que lo lanza al vacío. Su señora EufrosinaIris Díaz, no necesita hablar para conmover.  Tiene unos ojos enormes que se cuelan por entre el patio de butacas haciendo llegar su dolor y su orgullo.

DSC01822Y entre ellos, TrivelínJavier Lago,  un juguetón y socarrón titiritero que se divierte de lo lindo manejando sus peones a su antojo.  En esta partida de ajedrez el juega con negras y blancas a la vez en el complejo propósito de que unos y otros se miren en el espejo y comprendan en qué se equivocan.

La pregunta esencial a la que nos enfrentamos en esta obra sobre la libertad y el respeto al otro, sobre el abuso del poder y el gusto por la adulación, la hace Arlequín y es el gran problema del ser humano: «¿Qué podemos hacer, ahora que podemos hacer?«. O dicho de otro modo: ¿Estamos preparados para ser libres?