Carlos Goñi: «El entorno es el que es, pero no nos pueden quitar la ilusión»
Tiene una de esas voces propias, características, que hacen que cuando se le escucha aunque sea de fondo rápidamente se le reconozca. Aunque sin duda, ir a uno de sus conciertos es verle entregado al público desde detrás de su guitarra. Una guitarra que le acompaña allá donde va y de la que no es capaz de separarse. Verle feliz, porque si hay algo que transmite Carlos Goñi es felicidad y serenidad, a través de sus palabras pero sobre todo a través de su mirada y de su risa, que se adivina espontánea y sincera, porque en las distancias cortas, a pesar de su aspecto serio y su figura que podrían resultar imponentes, sigue siendo aquel chico tímido que escogió esconderse detrás de un nombre contundente y agresivo: Revólver.
Aún hay gente que piensa que es un grupo, pero no, Revólver es él. Un hombre despierto y rápido de reflejos, que mueve incansablemente las manos tal vez buscando el mástil que le falta y al que aferrarse, el instrumento que le proteja el pecho y le oculte. Disfruta hablando de música y a poco que le se le de pie, se desata con la ilusión de un adolescente y con su vehemencia. Y después de 25 años en la carretera, aunque parezca mentira, se sigue sorprendiendo de que a la gente le gusten sus canciones. Temas que ya no son suyos, que entrega al público al acabar cada disco y en cada concierto para que cada uno acabe su historia, porque son de los que hablan, de los que cuentan algo y en los pequeños intersticios que deja libres se pueden meter nombres, fechas, carcajadas o lágrimas, porque vienen desde el corazón y, en el fondo, todos sentimos igual.
Con Babilonia Revólver se reencuentra con Revólver. Volvemos a escuchar los sonidos que marcaron a una generación y que les permitieron descubrir que en España también se hacía buen rock, y conste que es una apreciación personal porque él no se permite ser tan consciente de su propio papel en la historia musical de nuestro país. Claro que los hubo antes, también los ha habido después. Pero Goñi supo hacerse un hueco propio. O se lo hizo el público, permitiéndole quedarse comprando sus discos y siguiendo sus giras.
El encuentro es en la sede de Warner Music en España donde lleva toda la mañana, y donde probablemente le queda todo el fin de semana, hablando de su último trabajo. Sin embargo, se le nota fresco, respondiendo de forma a veces tan rápida que no da tiempo a terminar la pregunta, sobre todo cuando cree que va por el camino equivocado y se apresura a reconducir al interlocutor. Ríe y enfatiza los conceptos con viveza y los remarca más con la mirada que con las manos porque siempre están por algún lado, mientras que la mirada está fija en los ojos de quien tiene enfrente. En otros momentos, cuando siente que se le ha entendido, es más reposado y se apoya más en las palabras para dejar tiempo a que los conceptos se vayan asentando.
Un hombre divertido, espontáneo, al que muchas veces no le gusta la imagen que da frente a la cámara por ser demasiado seria, probablemente por la coraza con la que se protege cuando no está cantando junto a esa Martin con la que, cuando la tiene entre las manos, se siente en el cielo. Y al mismo tiempo, resulta tierno y familiar, cálido, cuando habla de su mundo, de sus hijos a los que intenta inculcar la pasión por lo que se hace como forma única de conseguir lo que se desea. Porque las cosas, como él dice, están como están y lo único que le queda, que nos queda, es seguir peleando contra todos aquellos que pretenden aplastarnos y quitarnos aquello que nos hace sentir vivos: los sueños y la ilusión.
Pregunta: Cuatro años desde el último disco de estudio, ¿qué ha pasado en ese tiempo?
Carlos Goñi (CG): En el país muchas cosas y a mí de todo. El último año y pico ha sido muy convulso en mi vida y eso ha sido un poco el germen de Babilonia. Siempre he creído que somos lo que fuimos, que cada día que pasa configura el próximo, a ti mismo. En octubre, septiembre de 2013 más o menos, me levanté una mañana, no me gustaba mi vida y la cambié por completo. Le di un giro de 180 grados y cambié todo y cuando digo todo, me refiero a todo en mi vida. Eso hace que salgas de la zona esta de confort que se dice ahora, y que eches manos de recursos que no sabías ni que tenías y enfrentarte a un montón de cosas que antes no hacías. Mi actitud ante muchas cosas es muy distinta.
P: ¿Es un disco quizás más oscuro que los anteriores? En cuanto a letras…
CG: Creo que no. Creo que es el disco probablemente más luminoso que he hecho en mi vida. Si te fijas es positivista al 100%. Todo puede estar más o menos embarrado, por decirlo de alguna manera, pero lo que hay que hacer es salir echando leches, moverse e ir a por todas. El entorno es el que es y lo único que podemos hacer es decir: ‘sí pero no nos vais a quitar la ilusión’. Por lo menos a mí. O los sueños, porque eso no se lo permito a nadie. Te pueden dejar sin casa, o puede valer un 10% de lo que valía hace siete años, te puedes quedar sin coche y tener que comprarte uno más barato, pero la ilusión que quede intacta.
P: Es curioso, cuando puse el disco, sobre todo los dos primeros cortes, Babilonia y Entre las nubes, me dije, estoy escuchando un disco de Revólver. Era volver de repente a ese sonido de Calle Mayor, El Dorado.
CG: El disco con el que más entronca Babilonia es Calle Mayor, sin ninguna duda. Aparte de que es muy Neil Young y Calle Mayor es el disco más Neil Young de todos. Pero he llegado ahí porque he llegado ahí. He aprendido que a veces hay que dar un paso atrás para dar dos adelante y yo, en los últimos ocho o diez años, no estaba viviendo así. Creo que daba o bien pasos muy cortitos, apenas perceptibles, para adelante o inclusive ninguno, o puede que hasta alguno lateral, pero no terminaba de avanzar. Y estoy encantado con el resultado porque, por lo que llevo de mañana, sí que se nota un cambio importante.
P: Has dicho que Calle Mayor es el disco más Neil Young que tienes, con Enjoy, supongo.
CG: Sí. Qué bonito que digas esto porque además era la referencia que tenía. Neil Young me fascina, desde siempre. De hecho, el 90% de las cosas que pueda hacer en un concierto acústico, cuando toco yo solo en un teatro, las he aprendido viéndole tocar la guitarra. Hay una manera de tocar la acústica que tiene este señor que sólo la tiene él. Es muy particular. A mí no me gustan los guitarristas que no cantan. No me interesan. Pero Neil Young canta, compone y la banda Crazy Horse me fascina como suena, cuando quieren es una tormenta que no hay ninguna banda en el mundo que se le parezca y me gusta la actitud que tienen.
P: Neil Young es uno de tus referentes. Bob Dylan…
CG: Pues fíjate, te voy a hacer una confesión que nunca me atreví a hacer. Me van a llover palos de todos lados. Evidentemente, me gusta mucho Dylan, claro que sí, cómo no me va a gustar. Pero no es uno de los tipos haya tenido como referencia para hacer ciertas cosas. Se podría decir que mucha de la gente que me gusta sí lo ha tenido y, sin darme cuenta, llego a él por medio de un intermediario. Como un día que me dijo un amigo: ‘tú no lo sabes, pero Jimmy Hendrix te encanta’. ‘No me gusta Jimmy Hendrix’. ‘Pues mira, esto y esto y esto y eso que haces es de Hendrix’. ‘¿En serio?’ ‘Pues claro tío’. Vale, entonces lo que me falta es cultura. A partir de ese momento me puse a escuchar a Hendrix un poco más [Bromea].
P: Siempre he pensado que Dylan es más para leer que para escuchar, me resulta mucho más interesante.
CG: No me gusta mucho como canta Dylan por ejemplo, nunca me ha gustado en ese sentido, lo que pasa es que, claro, decir estas cosas es como, ‘herejía, a la hoguera con él’. Pero últimamente, la verdad, es que me da un poco igual. Hay más gente que me gusta, pero la de Neil Young es la carrera más coherente en la historia de la música. Springsteen creo que ha hecho, para mí, el disco más imprescindible de la historia de la música, pero como carrera me quedo con la de Young o con la de John Hiatt que es un señor con el que voy al día desde el año 84. Sus discos me los compro y a veces pasa un mes y no los he abierto. No me preocupa en absoluto, ya lo abriré. Me va a encantar, ya lo sé, solamente le pido que haga lo que él quiera, lo de siempre o no, me da igual, va a tener cinco canciones con las que voy a estar durmiendo meses. Y eso lo hago con unos cuantos artistas. De Neil Young me lo compro todo, siempre. El Live at Massey, la primera vez que lo oí dije, me encantaría ponerle este disco a todos los ingenieros españoles para que me expliquen por qué yo no puedo llevar una guitarra con micrófono en el año 2014 y que suene bien. Me dicen que no, que tiene que ser la línea esta horrible y este señor en el año 74 graba con un micrófono en la guitarra y suena como suena. ¿Me lo pueden explicar? El material que hay en Estados Unidos es el mismo que hay en España, imagino que el problema viene porque las instrucciones vienen en inglés si no, no lo entiendo [Bromea].
P: Tienes once discos y cuatro en directo, ¿tienes alguna obsesión por los directos?
CG: Si fuese por mí, sacaría un disco en directo después de cada gira porque me parece la mejor manera de chequear cómo late el corazón de un artista. Lo que pasa es que en España no hay excesiva, no cultura de hacerlo, digamos que no hay costumbre. Es una cosa que me da muchísima envidia, que gente como los que estamos hablando, Neil Young, John Hiatt, tienen infinidad de discos en directo y es genial porque un disco te gusta más que otro. ¿Sabes lo putas que las he pasado para hacer Enjoy y tener que elegir de 160 canciones, once o doce?
P: ¿Y por qué tardaste tanto en sacar el directo eléctrico?
CG: Porque me meto en otros jardines. Digo el próximo disco va a ser un disco en directo y cuando llega el momento cambio de idea porque tengo mucho material escrito y me apetece sacar un disco nuevo. Y como aquí, gracias a Dios, nunca me han dicho lo que tenía que hacer, pues digo, voy a hacer esto, y me dicen: bien, o voy a hacer esto otro, vale. Al final acabo siempre metiéndome en otra. Soy extraordinariamente curioso.
P: ¿Es lo que te llevó a la música, la curiosidad?
CG: No, yo estaba jugando a balonmano y tuve una lesión muy gorda y estuve un año entero en pijama. Entonces me puse a escribir y me di cuenta de que si le ponía cuatro acordes la cosa tenía más gracia. A la música me llevó que de repente me enamoré de ella. Mi vida era el balonmano. Yo quería haber sido profesor de literatura. Quería haber sido esas dos cosas. No pude serlo. Me provocó tal desastre mental que abandoné los estudios, pero me di cuenta de que un sueño es intercambiable por otro siempre, el asunto es tenerlo. La diferencia está en que, como le digo muchas veces a mi hijo, una cosa es soñar lo que quieres hacer y otra cosa es hacer planes para ello. Soñar yo quiero, no sé, dar la vuelta al mundo en un velero, pero no tengo ningún plan para hacerlo, mal voy, seguramente nunca la daré.
P: Hace poco volviste a pasar una temporada, con el brazo por lo menos escayolado.
CG: Sí, pero ahí viene mi parte aragonesa. Me dijeron dos meses y que iba a recuperar aproximadamente alrededor del 75% de movilidad pero mi pasta aragonesa dijo, ¿qué?, no, de eso nada. Estuve 22 días, al día 23 toqué en León y recuperé el 100%.
P: ¿Qué tal fue volver a ese escenario?
CG: Joder, es que fue una putada, es que había muchísima gente y era el primer concierto de la gira y te caes. La llantera que cogí tan brutal fue sobre todo por la pena que me dio la cantidad de kilómetros que se había hecho la gente para ver ese concierto. Cuando me llevaban en la ambulancia les veía llorando. Lo pasé fatal. Fue bonito volver, hasta el punto de que se me ocurrió un riff en las pruebas de sonido en ese escenario que hoy en día es la canción Respirando bajo el agua. Lo grabamos, me puse a trabajar con él y salió el tema.
P: ¿Porqué Babilonia?
CG: Porque Babilonia era la puta de oriente y porque cualquiera que llegaba podía llegar, abrirle las piernas, quedarse con todas sus riquezas, plantear un régimen de lo más dictatorial, en contra del ciudadano, eliminando cualquier tipo de libertad y en cuanto se había llenado los bolsillos se largaba y llegaba otro que hacía lo mismo. Un día estaba viendo el telediario y pensé, joder, esto es Babilonia. A partir de ese momento empecé a escribir el álbum. Hace años ya que los álbumes primero los tengo que ver en la cabeza, los tengo que visualizar casi por completo, tiene este color, esta textura… Y cuando eso lo tengo es cuando empiezo a elegir el material que va a configurarlo.
P: El álbum me dejó una sensación de montaña rusa, manejas muy bien las subidas y bajadas, cómo vuelve a subir para acabar abajo.
CG: Sí, pero es que Teamotemor tenía que ser la última. Hubo un momento en que la Compañía me estaba mandando unas pruebas de la portada y esta la pusieron la octava y les dije ¡Es la última por Dios! Esa canción es fundamental. Creo que es una de las mejores canciones que he escrito en mi vida. Jamás me he puesto tantas veces una canción después de tenerla maquetada. El día que la acabé la oía una y otra vez. Estoy enamorado de esta canción.
P: ¿Hay alguna canción de esas ciento sesenta que sientas que nunca se entendió?¿Que tu creas, es una de las mejores canciones que he escrito y esto no lo ve nadie?
CG: Hace años sí lo creía, pero he aprendido a decir creo que no me he explicado bien en lugar de creo que no me has entendido que es muy distinto. Es probable que en alguna de estas canciones que antes creía que el público no había entendido ahora lo que piense es que no me expliqué lo suficientemente bien. Al final acabo pensando que el tiempo acaba poniendo a cada uno en su lugar y bueno, pues ocurrirá o no ocurrirá. Alguna canción de Argan pensaba que se iba a convertir en un clásico de Revólver pero nunca he tenido de pasar a pertenecer a los libros de historia de la música de este país ni nada por el estilo.
P: Eso me lo dices después de 25 años encima de los escenarios
CG: Sí, pero es que jamás nunca he tenido ninguna intención, ni me importa. Tengo una amiga que dice ‘lo más flipante de ti es que te sigue sorprendiendo que nos gusten tus canciones tío, es que lo dices en serio’. Es que lo digo absolutamente en serio. Quise ser padre porque quería tener un hijo porque me apetecía muchísimo ser padre, me lo he pasado tremendo siendo padre, pero no porque quisiese perpetuar la especie. Pues con mi trabajo me pasa lo mismo. Nunca me ocupó tiempo el que alguien me tuviera en su memoria. Es bonito que ocurra pero nunca fue una idea o un planteamiento ni nada por el estilo. Nunca quise convertirme en nadie importante. Lo único que quise, como dije en una canción de Mestizo: ni un dios ni una mujer a la que querer, lo único que quise fue una autopista que cruzar. ¿Qué quiero? Soy consciente de que la humanidad está jodida en general, haciendo trabajos que no les gustan y que tienen que esperar al viernes por la tarde para desintoxicarse un poco de todo eso sólo durante 36 horas. Y mi vida me permite que cuando llegue el lunes por la mañana coja mi Martin y ya sea feliz. No por lo que voy a conseguir por medio de tocar la Martin, no, tocando la Martin y ya está, la vida es un ratito como decía aquél.
P: Prefiero tener el alma partida en mil pedazos que por estrenar.
CG: Sí, yo prefiero siempre decir joder no tenía que haberlo hecho a porqué no lo intenté. Lo intento todo. Luego me puedo estampar. Prefiero que me partan el alma a cachos antes que no sentir. Últimamente oigo a mucha gente decir que lo mejor es no enamorarse nunca y tener el alma tranquila y que no te incordien en exceso. Conmigo que no cuenten, a eso no pienso jugar, me parece un rollo. Ojalá me enamorase cincuenta veces al día. ¿Qué luego lo pasas mal?, ya, ¿y qué? Me pesa más lo bien que lo pasas. Como eso todo. Soy muy vehemente con el tema de la pasión en general. Eso hace que cometas errores, pero no me parece malo porque la vida se vive de otra manera desde luego.
P: Un tema que me gustó mucho es Lo que no se da, que habla del payaso.
CG: Claro, lo que no se llora no se limpia. Para mí, la frase de esa canción es Bardo y bastardo a partes iguales. No, hay otra que me define más Para comprender se destruyó. Sí. Para poder entenderme tuve que partir de cero con todo.
P: De ahí parte este disco.
CG: Absolutamente. Este disco es así. A parte de decir, fuera todo, una parte no, todo mi entorno. Me acuerdo perfectamente. Estaba viendo el canal 32 en el Plus, es decir, el National Geographic y dije, estoy hasta los cojones de ver delfines, y de ver el tiburón. Me levanté y en 48 horas lo cambié todo. 48 horas terribles que dieron al traste con todo. Para comprenderme tuve que destruir primero, no sé si es bueno o malo, pero creo que me gusta más mi vida ahora.
Pingback: …pero no nos pueden quitar la ilusión | Raw Es Nombre De Gato
Muy muy buena, de las mejores entrevistas que le han hecho en la promoción de #Babilonia. Enhorabuena
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Muchas gracias, lo hacemos lo mejor que podemos y sabemos. Un abrazo
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