Llegan los Oscar IV: Whiplash

plakat9Los que nacimos en los 80 crecimos bajo la tutela de Richard Keating, un profesor que potenciaba la creatividad de sus alumnos retándolos en caso necesario, y la bara de la señorita Grant, que nos recordaba que el triunfo se pagaba con sangre. Los tiempos han cambiado pero a la gran pantalla siguen llegando historias de pupilos aventajados y sus motivadores docentes. Confieso que debo tener un punto masoquista, pero siempre me gustó que me apretaran las tuercas para que avanzara.

Whiplash es la historia de un chico que pretende ser el próximo Charlie Parker, pero a la batería. Para ello estudia en el elitista Conservatorio de Música de la Costa Este y sueña con entrar en el conjunto de jazz que dirige Terrence Fletcher, un profesor conocido tanto por su talento como por sus rigurosos métodos de enseñanza.

La historia está bien construida aunque presenta pocas sopresas y en momentos suena a ya conocida. Damien Chazelle opta al Oscar a mejor guión adaptado con esta historia de superación que construye con un envidiable ritmo, a lo que también ayuda el montaje de Tom Cross que también es candidato al premio. Y si cuando hablábamos de Birdman nos preguntábamos qué más tenía que hacer Edward Norton para ganar el Oscar a Actor de Reparto, la respuesta parece ser no enfrentarse a J. K. Simmons. La interpretación de este eterno secundario es, nunca mejor dicho, de Oscar. Es uno de esos actores de los que suena la cara porque ha construido fabulosos pequeños personajes que han dado fondo a las películas en las que intervenía, en todo tipo de películas, y aquí, simplemente, llena la pantalla y roba todos los planos de las escenas en las que aparece.

WhiplashSu recreación de un profesor y director exigente, más en la línea de Grant que de Keating, es de las que dejan huella. Lo cierto es que el tour de force lo gana sin mucha oposición y en esto quizás aventaje a Norton. Son dos interpretaciones sobresalientes pero el reparto de Birdman es tan sólido y está tan bien armado que quizá destaque menos o se le eche menos en falta cuando no está. En Whiplash, la película se desinfla un poco cuando Simmons no está presente y eso siempre hace que el personaje luzca más. Pero quizás por el mismo motivo la cinta de Iñárritu resulte mucho más sólida.

Aunque no esté nominada a mejor banda sonora, no quiero dejar de comentarla, es básica para el transcurso de la historia y, por sí sola, merece la hora y 50 minutos que dura el largometraje. Los 5 minutos de solo de batería final ante la atenta mirada de Simmons hacen disfrutar no solo a los amantes del mejor jazz sino a todos los espectadores por la tensión que imprimen los ojos del actor y las manos del músico. Y es que en Whiplash se ataca la batería como si se tratara de un combate de boxeo.

No es ni una mala historia ni una mala película, pero comparada con sus rivales está un peldaño por debajo, quizás le falta algo, posiblemente lo mismo que a The imagination game, más equilibrio entre las partes ya que hay unos que destacan muy altos y hacen que se evidencien más las carencias.