Brindo por ellos

Arturo Pérez Reverte (Foto: La Espuma de los dias - H. Martínez)

Arturo Pérez Reverte
(Foto: La Espuma de los dias – H. Martínez)

Si hay algo que para mi distingue los libros de Arturo Pérez-Reverte es su honestidad.  Honestidad consigo mismo, para empezar,  como «escritor profesional» y lector vocacional. Más allá de lo disparatado de la trama ni los personajes aprenden a conducir en dos páginas ni salvan el mundo por arte de magia.  Las ciudades son tan reconocibles como si uno paseara por ellas (incluso permitiéndonos viajar en el tiempo) y cuando se cierra uno siente que se despide de viejos amigos, a los que sin duda volverá a buscar. Personajes que ya no importa que sean reales o no, porque uno los hace suyos.

Por eso lo seré yo también.  Me acerco a cada uno de sus libros con la expectación de un niño la mañana de reyes. Con el deseo de saber como me sorprende esta vez. Abrí Hombres buenos sin saber de él ni lo que dice en la contraportada.  No quería que nadie, ni él mismo, me privara del placer de descubrirlo página a página. Y ya en la introducción un viejo recuerdo de un relato de duelos entre un militar honorable y un visceral gascón me hizo sonreír.  Viejos amigos,  decía.

Pero no hablamos de Joseph sino del señor Pérez-Reverte.  Este es otro libro suyo, con los elementos de siempre.  Una trama sólida,  algo de intriga, un profundo sentido del deber y del honor y un mundo en el que los libros son la única libertad posible. La peripecia es aparentemente sencilla: siglo XVIII,  dos académicos españoles de la lengua parten a París a buscar uno de los libros más prohibidos y controvertidos de la historia: la Enciclopedia. Obviamente un encargo que no agrada a todos sus compañeros y que se intentará frustrar.

Pero lo mejor, lo más satisfactorio, de lo aparentemente sencillo es lo que se esconde para el lector avisado cuando rasca un poco la superficie. Un libro «terapéutico» como lo ha definido el propio autor «con el que reconciliarse con el mundo «. Al menos aquellos que encontramos en las paredes forradas de libros sosiego y respuestas.

Ara Maikian (Foto: La Espuma de los dias - H. Martínez)

Ara Maikian
(Foto: La Espuma de los dias – H. Martínez)

No es la primera vez que el cartagenero emprende la búsqueda de un libro prohibido.  Ya lo hizo en El club Dumas, aunque aquí (como le viene ocurriendo desde El tango de la guardia vieja) lo hace con una mayor densidad narrativa.  Un libro que ofrece una visión cruda de lo que fuimos,  de como el Siglo de las Luces para España se quedó en Ilustración,  pero también de lo que somos. Y sin embargo,  es un libro «optimista» afirmaba el novelista «porque siempre existen hombres buenos» que nos reconcilian con nosotros mismos.

No puedo evitar hacer mías unas palabras que el propio autor empleaba en la presentación que tuvo lugar en la Fnac, que permanecía abierta hasta altas horas de la mañana con una nocturna firma de libros amenizada por Ara Malikian: «Antes teníamos excusa» para la ignorancia.  Ahora no.  Y eso es lo que en cierta forma crítica este libro.  Que en un momento en el que la cultura está más accesible que nunca renunciamos deliberadamente a ella. Aún así ahora, como entonces, queda quien está dispuesto a jugarse el pellejo por aquello en lo que cree. Y por tratar de acercar aquello que nos hace más libres: el saber.

Pero lejos de esta trascendencia elitista,  el libro es ameno a pesar de la riqueza de vocabulario que emplean los personajes,  dos verdaderos españoles del XVIII,  con unos malos perfectamente construidos y siempre honestos, al menos consigo mismos, y unas mujeres,  que decir de las mujeres de Reverte, inteligentes y dueñas de sí mismas. Tiene ecos de Moratín y Jovellanos, pero también de Cervantes,  con un dúo protagonista que nos recuerda a Quijote y Sancho. Y tiene al propio Reverte hablando en primera persona. Lo que es real o no, a gusto del lector.

Un libro divertido,  que me hizo reír en más de una ocasión. Que me tuvo enganchada hasta el final y al que volveré para revisar las acertadas reflexiones de Don Pedro Zárate sobre lo que pudimos ser pero no quisimos.