Garaje del siglo XXI
Cualquier noche es buena para un poco de rock. Sea viernes, sábado o martes. Si no conocéis el sótano de la sala Costello deberíais solucionarlo lo antes posible. La sala es pequeña, acogedora y tiene un aire de catacumba muy apropiado para que las guitarras resuenen por el ambiente. Además la programación la cuidan con el mimo de quien ama lo que hace. Allí se presentaba Cirilo el martes 28 de abril. Con un poco de retraso, en parte por la audiencia que debido a ser entre semana tardó más de la cuenta en llegar a la cita, pero sin duda mereció la pena, las notas de Tiempo abrían la velada.
Presiento es un disco sólido, con un sonido garage que encajaba a la perfección el ambiente de la sala, con los ladrillos vistos y el techo abovedado. Una sala en la que Liverpool sonó más británica que nunca con esos cuatro capitanes revoloteando en el subconsciente de muchos. Hay quien le compara con el Elvis español pero yo no lo compararía nunca con un chico bueno como el Rey del Rock. Con todos mis respetos, el vocalista valenciano tiene sobre el escenario más el aire de un canalla en la línea de los Clash o incluso de los Pistols. La voz, inevitablemente, recuerda al buen Bunbury, al de los comienzos con ese sonido grave y roto pero con una puesta en escena más rockera que el artista maño.
«A veces creemos en todos menos en nosotros», afirmaba para presentar Cree en ti, una balada de autoafirmación. Ese aire de rock británico se confirma en la versión que han realizado de The man who sold de world de David Bowie. Ciertamente también había algo glam en los pantalones de leopardo. Su energía sobre el escenario se contenía difícilmente en el tamaño reducido de la sala, en el que apenas cabían los cuatro integrantes de la banda, que merecen mención aparte por la calidad del sonido y por la fuerza con la que se entregan al público.
En directo, suenan enérgicos, invitando a agitarse y retorcerse con sus riffs pero también con las maracas. Un grupo de rock sin complejos ni etiquetas con un sonido pegado a los setenta, al underground británico, recogiendo ei tema de Bowie que ya versionara Kurt Cobain. No era el único homenaje de la noche, también a Depeche Mode con Enjoy the silence. Menos electrónicos que la banda de Dave Gaham, sin duda si recogen esa vena oscura que incluso se potencia en la presentación de la banda que realizan con una sola bombilla iluminando la sala, sin más luces. Además de estos dos préstamos, Revolución, con su inevitable grito a cambiar las cosas y no seguir por el camino que nos han marcado, o la íntima Herido, los temas del último disco de la banda que apuesta por sacar a relucir su propia personalidad.
El de Cirilo es un espectáculo para soltar adrenalina al ritmo de rock, dejarse arrastrar por la propuesta y disfrutar de la energía que la banda desprende en una distancia tan corta como la que ofrecen las salas pequeñas, que muchas veces tienen mejor acústica que otras más amplias. La fórmula es tan simple como compleja. Buenas guitarras, una voz personal y carisma sobre el escenario. Cuando se tiene, se tiene. Es algo que no se puede impostar.
Quizás es una fórmula conocida, pero ello no le quita valor. Es un camino difícil el que han escogido, lejos de los productos mainstream que triunfan con sonidos más suaves o, quizás, menos personales. Una banda que engancha en sus directos y que requieren más de una oída para captar, detrás del sonido contundente, unas letras que esconden sorpresas como la de Revolución, una revolución que, ciertamente, es más que necesaria y que ellos impulsan desde detrás de sus instrumentos. Unas hormiguitas del rock que con un paso lento pero seguro, poco a poco irán consolidándose en el circuito.