Si se calla el cantor calla la vida
Un fin de semana, allá por los inicios de los ochenta que andaba yo frecuentando Madrid, tras una jornada maratoniana de reuniones nos dispusimos a despjarnos y una compañera de Úbeda sugirió acercarnos a un garito donde actuaba un paisano conocido suyo que andaba buscándose la vida con la guitarra a cuestas. Debió ser en el Aurora o el Café Central. La verdad es que sólo lo supongo, más que nada por la fecha. Tomábamos unas copas con un joven Joaquín Sabina, el conocido de mi amiga, cuando un tipo de catadura desaliñada comienza a entonar con voz grave que contrasta con su porte enjuto, una versión particular de de la Marieta de Brassens. No me lo esperaba. Este individuo me sorprendió, más cuanto terminó La Hoguera que acabamos coreando. «Es Javier, Javier Krahe, un tío increíble», nos comentó Sabina. «Me recuerda al bardo de Astérix» le respondí. «Joder, cuando se lo cuente», comentó Sabina entre carcajadas. No sé si se lo contó, fue la única vez que vi en directo a Krahe.
El pasado domingo, de madrugada, Javier Krahe hizo mutis por el foro en Zahara de los Atunes. Se le paró el corazón de tanto usarlo. «El hombre serio más gracioso de todos los tiempos» ha dicho de él el Gran Wyoming.
Javier Krahe era fundamentalmente un poeta, oficio que inició en Canadá inspirado por Leonard Cohen y Georges Brassens. Su hermano Jorge se ocupaba de musicar sus textos y alumbraban canciones que cantaban otros hasta que Chicho Sánchez Ferlosio le anima a actuar en La Aurora donde conoce a Sabina y Alberto Pérez con los que graba La Mandrágora (1981) como trío. Este disco y, sobre todo, su aparición en el programa de García Tola en TVE Si yo fuera presidente, lo dieron a conocer y fueron el impuso a su carrera.
De todos modos Krahe nunca fue de conciertos multitudinarios ni grandes aforos. No atraía a la gente en masa, lo que no le importaba porque vivía de sus actuaciones en la intimidad nocturna de bares y garitos. Poeta, juglar, trobador,… maestro, «al escucharle te dabas cuenta de que estabas delante de un gran maestro en el sentido más elemental de la palabra: un hombre que enseña» (G. Wyoming).
Un hombre sereno, sencillo, con una mirada, lúcida, penetrante, inquisitiva y tierna que escrutaba cuanto le rodeaba y lo expresaba con ironía, sarcasmo y humor irreverente. Su aparición en escena supuso en cierta medida la jubilación del cantautor – protesta de los tiempos de la transición aburguesado y descafeinado. Escribía y cantaba sobre lo cotidinano, el día a día, a pie de calle. con su estilo satírico, caústico y costumbrista.
Poseía esa extraña virtud de las especies en vías de extinción, la coherencia. En una entrevista en bilbaoenvivo, preguntado sobre los efectos de la crisis contestó: «…Ahora, a mí, así como el tiempo de prosperidad y abundancia tampoco lo caté, pues la crisis tampoco la estoy sufriendo. Estoy haciendo lo mismo que hacía». Porque Krahe siempre vivió igual, fiel a sus principios y creencias, hizo exacta y puntualmente lo que quiso. Quiso protestar, en plena campaña del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN con Cuervo Ingenuo, tema claramente anti-militarista que le censuraron en TVE. Quiso presentarse, en 1989, candidato al Congreso de los Diputados dentro de la lista de los Grupos Radicales por Madrid Antiprohibicionistas. Quiso intervenir en el Concierto contra el miedo en apoyo del cantautor Imanol amenazado por ETA en ese mismo año. Quiso participar, en 1991, en el Festival Paremos la Guerra promovido por la Plataforma por la Paz en Madrid. Quiso intervenir en un concierto solidario para recaudar fondos para el Frente Polisario Por un referéndum libre en el Sáhara. Quiso… vivir como le daba la gana, comprometido, solidario y divertido y lo consiguió.
En una cadena de máximas audiencias se hacían eco de la noticia de su fallecimiento y citaban Marieta (de Brassens), y La Mandrágora (con Sabina y A. Pérez) como la canción y el disco míticos del cantante, lo que me puso de mal humor, con 150 canciones y 16 discos, ya les vale. De todas sus composiciones, ninguna sin desperdicio, traigo aquí Nos ocupamos del mar (Haz lo que quieras-1987) que siempre me ha producido una enorme ternura y para mí es una de las grandes canciones de amor.