Intenta no morirte
Con estas palabras se despide Emma Thompson de su marido Robert Redford cuando éste se dispone a emprender la ruta de los Appalaches. «Haré lo que pueda», le responde. Lo cual viniendo del veterano actor es mucho decir, ya que tiene una larga trayectoria de fallecimientos en la pantalla y muchas veces cuando una película suya comienza, uno se pregunta «¿acabará vivo esta vez?»
Es lo que hacen los protagonistas de esta cinta durante los 98 minutos que dura, intentar no morir, o cuando menos no de un modo mediocre o anodino. Ambos personajes, con trayectorias vitales muy diferentes, contrapuestas, han llegado a ese momento en que tomas conciencia de que ya no podrás hacer todo aquello que no hiciste y deciden tomar el control de sus vidas y embarcarse en una aventura, conscientes de que será la última, sólo para demostrarse a sí mismos que aún queda un resquicio de consciencia, de voluntad.
No me atrevería a calificar esta película, basada en el libro de Bill Bryson como una gran producción. Pero es una de esas películas que pasan de puntillas por las carteleras, ves por casualidad o por curiosidad y, sin ningún alarde, acaban dejándote una sensación agradable al salir de la sala.
Es una película amable y cálida, que gira en torno a un formidable duelo interpretativo entre Redford, algo mermado en sus facultades expresivas, y un Nolte que está fantástico. Todo gira en torno a ellos, la fotografía que sabe aprovechar las posibilidades de la impresionante cordillera americana, un fondo musical adecuado y bien pautado y un guión sin alardes ni estridencias, pero cálido y grato, de conversación en tono irónico buscando algo parecido al humor sincero e instantáneo de aquel que dice verdades amargas riéndose de los demás y de el mismo. También contribuye a este clima de cordialidad y serenidad la intervención fugaz de Emma Thomson que llena la pantalla en tan sólo un par de escenas.
Y a pesar de ese inmenso papel que hace Nolte, con ese personaje exalcóhólico, mujeriego y alocado, al que da vida, a cualquier romántico nostálgico le cuesta mucho no mirar atrás y recordar aquel tercer proyecto que se quedó en alguna cartera por los años y las enfermedades. El que nunca llegó y nos privó a todos de una última entrega de la pareja con más química que ha visto la pantalla. Al menos entre dos hombres. Y cuando esos dos septuagenarios están en ese acantilado, mirando al río, recuerda el final de una película de vaqueros y un par de ojos azules que sonreían desde el otro lado de la pantalla. Paul se nos fue demasiado pronto, pero sin duda los ecos de Butch Cassidy son fácilmente adivinables en los Appalaches. ¿Y si hubiera sido él?
En definitiva, una de esas películas sin campaña promocional, al margen de los grandes circuitos comerciales que, generalmente ves por casualidad y acaba formando parte de ese estante de cintas para ver en cualquier momento porque sabes que te hará pasar un buen rato y te dejará un agradable sabor de boca.