Asterix cumple 60 años

Allá por el 29 de octubre de 1959 se publicaban las primeras viñetas de cierto irreductible de poblado galo que resistía siempre al invasor, unos pobres romanos que trataban, inasequibles, terminar de controlar la Galia, en la revista francesa «Pilote». Me ha llamado la atención comprobar que somos coetáneos, le llevo un año, y Libra ambos. Esa sensación de que Astérix siempre ha estado ahí resulta que no puede ser más cierta.

Descubrí a Astérix a muy temprana edad, cuando mi abuelo me compraba tebeos de segunda mano en el mercadillo que se instalaba los fines de semana en el mercado de abastos de Cádiz,  y que comenzaba a devorar con los churros de La Guapa en el bar La Marina, mientras que me empleaba en no pringarlos de aceite o café y me peleaba con las palomas que venían a por los churros.

Por aquel entonces el DDT de Bruguera incluía historietas externas, principalmente de Pilote, Astérix, Michel Tanguy, Teniente Blueberry, Iznogub… En realidad fue este último el que me enganchó al denominado «cómic franco-belga». Iznogub Harún El Pussah,  visir que quería «ser califa en lugar del califa», de Goscinny y Jean Tabary. Probablemente porque sus aventuras cabían completas en las dos páginas que le dedicaba Bruguera, mientras que el resto se completaba en entregas semanales y en un mercadillo era imposible conseguir los números consecutivos. Fue más tarde, al recomendarnos el Hermano Pedro, de La Salle, en clase de historia que leyésemos a Astérix, y editados ya los álbumes completos, cuando entró en casa el primer volumen. Luego otro, y otro. Cumpleaños, santos, reyes… De hecho, recuerdo que siendo ya padre de una criatura y me tocó expandir la fiebre, siempre guardaba como regalo de última hora el correspondiente volumen, que era devorado en un día o día y medio..

Se dice que fue De Gaulle quien encargó a Goscinny y Uderzo la creación de esta saga, celoso de que un belga, el joven reportero Tintín de le Petit Vingtième se hubiese convertido en el personaje por excelencia del tebeo francófono. Pudiera ser. El caso es que las aventuras del joven reportero belga, acompañado de un capitán de barco algo borrachín, una cantante de ópera trasnochada, un inventor locuelo y dos detectives inefables, conquistaba a un público adolescente, y tanto Goscinny como Uderzo quisieron ganarles por la mano e impulsar la puesta en marcha de una publicación que interesase a los adolescentes, aprovechando más el humor, conscientes de la seriedad del belga. En este empeño encontraron el apoyo de Dargaud y así nació Pilote y entre sus páginas, Astérix, en tiras semanales, siendo Goscinny su primer director y Uderzo su director artístico. Aquel 29 de octubre de 1959, se vendieron 300.000 ejemplares del primer número de Pilote. Dos años más tarde, en 1961, se publica el primer álbum propiamente dicho recogiendo las aventuras de Astérix el Galo con una tirada de 6.000 ejemplares, iniciando una saga que hasta el momento ha conocido 1.460 ediciones y está traducida a 107 lenguas.

Puesto a escribir estas líneas no me he resistido a hojear mis viejos ejemplares de la colección y he caído en la cuenta de que no hay un único Astérix. Me imagino que pasa con todo. Está el de los comienzos. Cuando no sabías de ediciones, nacionalidades, dibujantes… sólo disfrutabas de las aventuras de uno más de tus personajes. Era uno más entre muchos, Doña Urraca, el reporter Tribulete, Mortadelo y Filemón, las hermanas Gilda. Te quedabas con los gags, las peleas, la comicidad con que cuando tronaba el cielo debía caerte sobre la cabeza y eso debía ser terrible…

Luego llegabas al bachillerato, al latín, a la Guerra de las Galias, y un buen profesor te decía «deberíais leer Astérix y el César«. Entonces intuyes que hay algo más tras la aparente simplicidad del relato. Prestas más atención y descubres el ingenio onomástico. Ves que hay una intención detrás de las viñetas. Que hay poco dejado al azar y vuelves a releer la colección con otros ojos, con otra perspectiva, y vuelves a disfrutarlos. En cada momento, a cada edad, te vuelve a cautivar. A mí me cautiva. Porque Astérix, Obélix y los irreductibles galos me son atemporales. Probablemente porque lo son Roma, Grecia o Egipto. Probablemente porque forman parte de nuestro imaginario colectivo.

Cada vez estoy más convencido de que formo parte de una generación privilegiada a la que nadie puso nombre, a caballo entre la dictadura y la democracia. Con todo por hacer y conseguir. En la que no habían teléfonos en las casas, ni fijos. No había consolas, ordenadores, ni siquiera televisor que llegó a casa para ver al primer hombre hollar a la luna. Cuando las únicas redes que conocíamos eran las de las nasas para coger camarones y cangrejos. Sólo teníamos la calle y el trompo y el balón o el barrilete, y en casa, pan con aceite y un tebeo, y como decía, todo el cuidado del mundo para que no se manchara, porque no había más. Horas y horas con la casa en penumbra para ahuyentar la calor, tirado en calzoncillos en el suelo fresquito y la mente surcando los mares con El Corsario de Hierro, o apaleando romanos junto a Obélix, lamentando que al pobre nunca le dejaran tomar la poción mágica, ¿qué culpa tendría él de haberse caído dentro de pequeño?.

He leído análisis de Astérix de sesudos opinadores acerca del chovinismo, la extraña relación entre Astérix y Obélix, el escaso rigor histórico… probablemente de lectores que han conocido al Galo tarde, de adultos, y Astérix es un cómic pensado para adolescentes. Para quienes hemos ido creciendo con él. Al principio sólo era una historieta más para las calurosas tardes de verano, una más junto a Mortadelo, Super López o el Guerrero del Antifaz. A partir de ahí fuimos madurando y descubriendo detalles, matices nuevos en cada relectura. Como otras publicaciones infantiles y juveniles, Astérix nos abrió la puerta al conocimiento dando rienda suelta a nuestra curiosidad e imaginación mediante un guión cuidado y un trazo impecable, que además, en su edición en español contó con Víctor Mora (Doctor Niebla, Capitán Trueno, El Jabato, El Sheriff King, entre otros) un verdadero lujo.

Resulta difícil resaltar un volumen, elegir un favorito, aunque sé que hay alguien que me dirá que el de las doce pruebas. Perdónenla, es joven y siempre le gustaron más los griegos que los romanos. Astérix es un todo, al menos los 24 tomos firmados por Goscinny y Uderzo. Confieso que los números que surgieron tras la muerte de Goscinny en 1977 me resultan un tanto anodinos. Pero echando la vista atrás para armar este escrito, he caído en la cuenta de dos títulos que de alguna manera más me han atraído conforme he ido creciendo, El Adivino y La Cizaña. Si bien es cierto que prácticamente todas las aventuras de Astérix mantienen un cierto paralelismo entre los años 50 antes de ce Cristo y la actualidad, mediante las situaciones, los personajes, los diálogos… estos dos los encuentro menos historieta y más ensayo. Quizá influido por mi propia trayectoria vital y mis fijaciones, pero me parecen un reflejo genial y preciso de la sociedad, la de su momento y la de ahora. En realidad la de siempre. Tampoco tengo un personaje destacado o favorito. Es cierto que Astérix sobresale, pero resulta fantástica la ternura de Obélix, en cualquier caso hay un personajillo que me despierta una especial simptatía, el pequeño Sopalajo Arriérez y Torrezno, de Astérix en Hispania, es genial.