El bisturí del cirujano

Pierre Lemaitre

Pierre Lemaitre

El problema de una novela de género, al igual que pasa con una película, es que parte con desventajas. Los detractores suelen tener prejuicios y los partidarios, expectativas sobre lo que se van a encontrar. Quizás por eso a mi, que siempre he mantenido que una novela negra no lo es si no tiene humo, bourbon y femmes fatales, la saga de Millenium me pareció tan fría como una rodaja de merluza. Sin embargo, quedan aún vestigios de la sabia vieja forjada por James Ellroy, Raymond Chandler o Dashiel Hammet.

Dentro de este grupo de nuevos autores que está revitalizando el género, está el francés Pierre Lemaitre. Con su primera novela, llamada en castellano Irène, un título sugerente pero que hace al lector preguntarse por qué lleva el título de un personaje secundario en la trama y que desvirtúa el Travail soigné (Un trabajo minucioso) original (algún día diré lo que opino de los traductores de los títulos de libros y películas), casi se consagró en Francia como escritor de thrillers. Ganador del premio Goncourt de 2013 con el Nos vemos allá arriba, su nombre se ha internacionalizado y ahora Alfaguara nos trae el primero de los casos del comandante Camille Verhoeven.

Dos mujeres son encontradas descuartizadas en un loft de Courbervoie. Allí llega el pequeño policía con su equipo para comenzar a hacer su trabajo. Cuando Lemaitre describe la escena del crimen no pude evitar recordar al dulce Kevin de Sin City. No van por ahí los tiros de este relato que sí es un homenaje al noir de toda la vida y a los autores que lo han forjado. Entre otros, porque como el autor reconoce al final, hay varias citas escondidas entre líneas para hacer las delicias de los que, como le decía el otro día a un amigo, disfrutamos encontrando libros dentro de libros. Justo cuando Verhoeven está en el mejor momento de su vida, algo extraño para los tradicionales protagonistas de novela negra que normalmente son el prototipo del antihéroe. A pesar de su estatura, ha prosperado en su trabajo, está felizmente casado con Irène, esperando a su primer hijo, y se encuentra con uno de los casos más violentos de su carrera.

La facilidad y la habilidad con la que Pierre Lemaitre maneja el humor negro es sorprendente. Sorprendente porque en medio de la descripción más truculenta el lector, absorbido por la escena, de pronto se descubre riéndose. Incluso en alguna ocasión hay que volver atrás para ver exactamente por qué se arrancó la sonrisa ya que el ritmo y la capacidad de arrastrarte con la historia es brillante. Pero sobre todo su capacidad para retratar a los personajes y diseccionarlos con sus frases cortas y contundentes. Además, al estar cada capítulo titulado con la fecha en la que se desarrolla (técnica que también empleó en Vestido de novia) permite ir siguiendo paso a paso la investigación, casi como uno de esos periodistas sensacionalistas que siguen cada pequeño avance para engrandecerlo y sacar los peores detalles posibles. En la trama pasa muy poco tiempo (22 días en 20 capítulos), lo que resulta trepidante y deja al lector esperando ansiosamente el siguiente paso.

El grupo de policías creado por el autor francés es dinámico y carismático, a pesar de detenerte en detalles aparentemente casuales, y ello es en parte por su gran habilidad creando escenas. Decía el otro día a propósito de una reputada obra que hay autores que escriben queriendo expresarse, les gusta como se expresan y se recrean en su propio lenguaje. Otros se expresan según el ambiente en el que pretenden introducir al lector. Crean ambientes reconocibles, personajes creíbles. Lemaitre es de los segundos. Por ejemplo se puede observar la forma tan diferenciada que tienen de expresarse Camille Verhoeven y su segundo, Louis Mariani.

Comenzaba hablando de las expectativas. Es cierto que una de las cosas que espero es que el escritor me sorprenda con un giro final. Que no sepa quien es el culpable hasta que, generalmente, el protagonista lo descubra. Y he de confesar que no fue el caso, a unas 100 páginas ya tenía un nombre en la cabeza. Pero de nuevo, Lemaitre es capaz de dar un giro y lograr que después de una noche en vela aguante dos horas más y no consiga dormir hasta que no acabe con el caso. A pesar de todo. Las grandes historias son esas, las que, incluso conociendo el desenlace, son capaces de mantenerte enganchado hasta el final.