En la oscuridad con Lanegan

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(Foto cortesía de lolasartphoto.com)

Muchas veces los mejores conciertos son los que empiezan con un correo. «oye, tú, vete a ver a este tipo que no lo hace mal».  Y coges y te vas, a menudo sin preguntar. Y en ocasiones llegas tarde a la fiesta,  pero coño, al menos llegas.

Había escuchado un par de temas de Mark Lanegan hasta antes de ayer.  Y entonces recibí un correo. Y como ando perdida en temas mucho más grises pues me dije, oye, por que no. A nadie le hace daño una noche de desconectar y perderse con una buena guitarra.

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Ya cuando llegué a la puerta del Teatro Lara y me topé con el uruguayo Jorge Drexler sonreí.  He leído por ahí que cuando ves a alguien leyendo un libro que te apasiona ves a un libro recomendándote a una persona. Pues a mi con la música me pasa un poco lo mismo.

La música de Lanegan es oscura y densa, como un buen trago de escocés de 40 años o la sangre que corre por una herida abajo.  Es una música que requiere pensar, así que puede parecer que para alguien que iba a pasar un buen rato entre guitarras iba a ser el peor rato de su vida. Pero en lugar de pelearme con lo que la música me exigía decidí rendirme a ella y plegarme a esa voz rota y cascada de este tipo que tiene pinta de buen jinete.

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(Foto cortesía de lolasartphoto.com)

No es un concierto de estribillos pegadizos y público coreándolos. Es un concierto concentrado y con el público escuchando atento, hasta el punto de pedir callar cuando se escapaba algún aplauso fuera de tono.

«Me ha volado» escuché decir a Drexler al salir. Es un buen resumen el del uruguayo. Entrar en la montaña rusa de Lanegan es hundirse en lo que uno lleva dentro y bucear. Conforme el concierto va avanzando los ritmos más de jazz del ex-cantante de Screaming Trees se dejaban ver para tornar un poco más cálido el tono de su voz cavernosa.

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Sencillo pero denso. Sencillo en las formas pero concentrado en el contenido. Es complejo, pero en el fondo un buen vino no es más que uva fermentada en barrica de roble. Y tiempo para reposar. Tal vez en unos días, el eco de algunas de las canciones de Lanegan vuelva a mi subconsciente y me acompañe. Quien sabe los monstruos que se esconden en mi armario.